⚡ Turquía rompe con Rusia: su nueva planta nuclear en Sinop será con EE.UU. y Corea del Sur. Un cambio que sacude la geopolítica energética. #Turquía #Rusia #Energía
En un giro inesperado de su política energética, Turquía decidió trabajar con Estados Unidos y Corea del Sur para construir su segunda planta nuclear en Sinop, a orillas del mar Negro, desplazando a Rusia, que durante años había sido el socio previsto para el proyecto.
La decisión fue anunciada pocos días después del encuentro entre los presidentes Recep Tayyip Erdoğan y Donald Trump en Washington, donde ambos líderes firmaron un memorando de cooperación nuclear civil en la Casa Blanca. Según analistas, este movimiento redefine el equilibrio energético y geopolítico entre Ankara, Moscú y Washington.
Hasta finales de 2024, el proyecto de Sinop estaba reservado a la corporación rusa Rosatom, responsable de la construcción de la primera planta nuclear turca en Akkuyu, en la provincia mediterránea de Mersin. El propio director ejecutivo de Rosatom, Alexey Likhachev, había afirmado que Erdoğan había tomado una “decisión política” para entregar también Sinop a la empresa rusa.
Pero tras la visita de Erdoğan a Washington el 25 de septiembre, todo cambió. Turquía y Estados Unidos firmaron un memorando en presencia del secretario de Estado Marco Rubio. Luego, el ministro turco de Energía, Alparslan Bayraktar, anunció que EE.UU. y Corea del Sur se unían oficialmente a las negociaciones, con un modelo tripartito bajo estudio.
“Queremos tecnología avanzada y costos competitivos, y estamos explorando la posibilidad de usar tanto reactores grandes como reactores modulares pequeños”, dijo Bayraktar a CNN Türk.
La participación estadounidense y surcoreana coincide con el intento de Ankara de diversificar sus alianzas energéticas. Durante la misma semana, Trump habría instado a Erdoğan a reducir las compras de gas y petróleo ruso, según fuentes diplomáticas citadas por medios turcos.
Para Moscú, el cambio representa un duro golpe. Rosatom consideraba el proyecto de Sinop como una extensión natural de Akkuyu, donde mantiene una licencia operativa por 60 años. Ahora, Turquía planea abrir el nuevo proyecto a la competencia internacional, eliminando el monopolio ruso.
Bayraktar subrayó que el nuevo modelo buscará menor dependencia extranjera y mayor transferencia tecnológica. “Aprendimos las lecciones de Akkuyu. Queremos producción de bajo costo y participación directa de las empresas turcas”, dijo.
El viraje también refleja las dificultades de Rusia para financiar Akkuyu tras las sanciones occidentales impuestas desde la invasión de Ucrania en 2022. Rosatom debía transferir unos 7.000 millones de dólares este año para mantener la obra, pero los fondos nunca llegaron.
En 2022, una transferencia previa de 2.000 millones de dólares fue bloqueada por el Departamento de Justicia de EE.UU., lo que demostró el control de Washington sobre los flujos financieros ruso-turcos. Además, empresas europeas como Siemens han dejado de suministrar equipos debido a restricciones de exportación.
Para Rusia, perder Sinop significa reducir su influencia sobre los planes energéticos turcos a largo plazo. Para Estados Unidos, representa un regreso estratégico al mercado nuclear civil tras décadas de ausencia en Eurasia.
Y para Turquía, la alianza con Washington y Seúl ofrece nuevas fuentes de tecnología y financiamiento, pero también mayor escrutinio occidental sobre su política exterior.
“El acuerdo nuclear con Estados Unidos redefine el equilibrio entre Ankara, Moscú y Occidente”, comenta el analista Levent Kenez desde Estocolmo. “Erdoğan intenta mostrarse como un actor autónomo, capaz de negociar tanto con Putin como con Trump, sin depender de ninguno”.
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