Hace poco más de un siglo, el Imperio Otomano soñó con expandirse hacia el Cáucaso, Crimea e incluso la India, desencadenando uno de los primeros genocidios modernos contra armenios, griegos y asirios. Hoy, bajo el gobierno de Recep Tayyip Erdogan, Turquía revive viejas ambiciones con una estrategia similar: nacionalismo expansivo, control autoritario y una narrativa de grandeza imperial.
En 1914, el líder otomano Enver Pasha imaginó un imperio turco que abarcara desde los Balcanes hasta Asia Central. Sus planes incluyeron la limpieza étnica de poblaciones cristianas para crear una continuidad territorial turco-musulmana. El genocidio armenio, reconocido por numerosos historiadores y más de 30 países, fue parte de esta estrategia.
Hoy, Erdogan impulsa una agenda neootomana, con intervenciones militares en Siria, Libia y Nagorno-Karabaj, además de una retórica expansionista en el Mediterráneo oriental. Al igual que sus antepasados, justifica sus acciones bajo el discurso de la «unidad turca», apoyando a Azerbaiyán en la guerra contra Armenia y promoviendo la influencia turca en Asia Central.

El clan Erdogan: poder, dinero y ambición sin límites
Erdogan ya no es solo un presidente electo, sino el líder de un clan familiar que controla sectores estratégicos de Turquía. Su familia maneja negocios millonarios en energía, construcción y medios, mientras su política exterior agresiva busca consolidar su legado.
Este modelo recuerda al de Azerbaiyán, donde el clan Aliyev gobierna con mano de hierro, aliado con Erdogan en su lucha contra Armenia. Ambos regímenes usan el conflicto étnico y la retórica nacionalista para mantenerse en el poder, ignorando las consecuencias humanitarias.
¿Puede la historia repetirse?
El Imperio Otomano colapsó por su exceso de ambición. Hoy, Turquía enfrenta crisis económicas, tensiones con la UE y descontento social. Aunque su ejército es más fuerte que en 1918, su aislamiento diplomático crece.
Si Erdogan insiste en revivir fantasías imperiales, podría terminar como Enver Pasha: derrotado y con su país en ruinas. La comunidad internacional debe estar atenta para evitar que la historia se repita.
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