El más presentable, fino y ahora huidizo presidente de Armenia, renunció. Por tercera vez Armen Sargsyan deja un cargo político con insinuaciones a medias y quejas miserables. La pregunta ahora es si se fue para volver al frente de algún movimiento político en Ereván o liderará las quejas desde Londres. Opinión de Klaus Lange Hazarian.

En su mensaje de renuncia, el ahora ex presidente de Armenia Armen Sargsyan menciona que su puesto no conlleva los poderes constitucionales necesarios para influir en la política exterior e interior del país.
Luego, señaló que varias de sus acciones son percibidas por varios grupos políticos como una amenaza; que la institución presidencial es blanco de chismes y teorías de conspiración; y que él y su familia son blanco de varios grupos políticos.
Armen Sargsyan argumentó bien su renuncia y nada mas. Pero se suponía, que cuando asumió el cargo de presidente, había leído la Constitución y conocía sus poderes. y a pesar de ello llevaba años coreando el estribillo de «no tengo poderes» cada vez que no le gustaba algo que debía firmar.
Solo que el texto de la renuncia actual es «significativo», porque le brindó argumentos a los opositores de siempre, a los que ven confabulaciones en todos lados porque son ellos mismos quienes las tejen.
Sargsyan es un viejo político de raza. Siempre estuvo familiarizado con el campo político de Armenia. En este campo hay personas con ideas muy complejas, cotidianas, que nada tienen que ver con la política y cuyas ideas sobre la política conducen a chismes y conspiraciones.
Se supone que Armen Sargsyan asumió el cargo de presidente, siendo muy consciente de estas circunstancias. Y también que era percibido como una isla de luz de gusto, inteligencia y dialogo en el caótico mar de la armenidad. Pero pareciera que la isla se creyó continente.
Sargsyan fue nombrado Primer ministro de Armenia el 4 de noviembre de 1996 y se desempeñó como tal hasta el 28 de febrero de 1997, renunciando por «por motivos de salud». Eso no le impidió desempeñarse como embajador y vivir en Londres durante casi tres décadas.
Sargsyan siempre fue funcional a cada gobierno que desfilaba por Ereván. A tal punto, que el expresidente Serzh Sargsyan lo puso como presidente para siete años en 2018. Meses después, subiría Pashinyan, con quien tuvo que negociare para llevarse relativamente bien durante años.

En todo caso, su renuncia unió a opositores y oficialistas en una frase: sabía en lo que estaba haciendo y está huyendo de lo que debería hacer. No es el momento para insinuaciones a medias y quejas miserables. Es tiempo de valentía política y si a Sargsyan le preocupaba el país, debía expresarse en otros textos y con otras formulaciones. De lo contrario, su renuncia es un simple escape.
Ante su tercera renuncia, la pregunta ahora es si se fue para volver al frente de algún movimiento político en Ereván o liderará las quejas desde Londres