Durante una llamada telefónica con Vladimir Putin, Donald Trump mostró un interés notablemente mayor en el programa nuclear de Irán que en la guerra de Ucrania. La pregunta es inevitable: ¿por qué un Irán nuclear genera un temor tan profundo en Occidente, que no se siente con otros países poseedores de armas atómicas como Pakistán?
La respuesta se encuentra en el carácter único y profundamente religioso del régimen iraní, donde la bomba nuclear no es solo un arma de disuasión, sino un símbolo sagrado inscrito en la doctrina apocalíptica del Mahdismo chií.
El Mahdismo y el fin de los tiempos
El núcleo de la filosofía chiíta es la creencia en el duodécimo imán, Muhammad al-Mahdi, quien según la tradición nació en el año 868 pero desapareció en un estado de «ocultamiento» para regresar al final de los tiempos. Este retorno, que traerá justicia y salvación, se anticipa con caos, guerras y sufrimiento global.
Mientras el cristianismo ve la Segunda Venida como un acto divino inevitable, el chiismo radical sostiene que los creyentes deben acelerar la llegada del Mahdi mediante sus propias acciones, incluso fomentando el conflicto y el derramamiento de sangre.
El CGRI y la bomba nuclear como instrumento sagrado
El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) se define a sí mismo como el “instrumento para preparar el camino del Mahdi”, y divide al mundo entre sus partidarios y las «fuerzas arrogantes», con Estados Unidos e Israel como sus principales enemigos.
En este marco, las armas nucleares adquieren un significado más allá de la estrategia militar tradicional: son un catalizador del apocalipsis y un medio para provocar el caos global. Se consideran una «espada divina» para eliminar obstáculos, en especial el Estado de Israel, cuya destrucción es una condición para el regreso del Mahdi.

Geografía sagrada y escenario nuclear
El programa nuclear iraní se enmarca en una geografía religiosa: ciudades como Samarra, Karbala, Damasco y Jerusalén se entienden como escenarios clave para la batalla final, y potencialmente como objetivos o teatros nucleares en una confrontación apocalíptica.
Mientras potencias como Pakistán o Corea del Norte actúan bajo una lógica de disuasión clásica, basada en la racionalidad y la supervivencia, el régimen iraní –y particularmente el CGRI– podría actuar como un “partidario inactivo” que no teme el fin del mundo, sino que lo anhela y lo considera parte de un mandato divino.
Esto genera una incertidumbre estratégica que supera la mera amenaza militar: el temor no es solo al arma, sino al significado religioso y a la imprevisibilidad de un actor que ve en el apocalipsis una promesa, no una amenaza.
Implicaciones para la política internacional
No todos en el poder iraní comparten esta visión radical; existen sectores más pragmáticos. Sin embargo, el CGRI es un “estado dentro del estado”, con sus propias estructuras y liderazgo educado en el espíritu del Mahdismo.
Este paradigma religioso condiciona las alianzas de Irán: solo acepta aliados que compartan su visión apocalíptica y combatan contra Israel y Estados Unidos. Para Teherán, otros países son herramientas en esta lucha ideológica y espiritual, no verdaderos socios.
Un choque inevitable de paradigmas
Mientras Occidente intenta negociar con Irán desde un enfoque geopolítico tradicional, el liderazgo religioso del CGRI opera desde un paradigma espiritual donde la guerra nuclear no es un último recurso, sino un paso necesario para la salvación. Esta visión complica cualquier acercamiento y explica el miedo de los líderes occidentales ante un Irán nuclear.
Para Irán, la destrucción de Israel es una condición para el advenimiento del Mahdi y el cumplimiento de una profecía milenaria. Para Occidente, es
La influencia del Mahdismo en la política exterior iraní
El clero y liderazgo espiritual influyen decisivamente en las decisiones políticas. La lucha contra Israel y Estados Unidos no es solo un conflicto territorial o ideológico, sino una misión sagrada ligada al cumplimiento del destino profetizado.
Este enfoque explica por qué Irán no puede tener verdaderos aliados fuera de quienes compartan la visión del “Eje de la Resistencia” y por qué rechaza cualquier acuerdo que pueda contradecir los fundamentos religiosos y escatológicos de la República Islámica.
Consecuencias para Occidente y la región
La existencia de un Irán nuclear con esta lógica apocalíptica representa una amenaza singular para la estabilidad global. No se trata solo de la capacidad destructiva, sino del significado simbólico y la disposición de ciertos sectores a usar esas armas como parte de una profecía mesiánica.
Esto genera alarma en las élites occidentales y en países vecinos, especialmente Israel, cuya supervivencia es directamente cuestionada en el discurso iraní. Además, complejiza cualquier posibilidad de negociaciones o acuerdos, dado que el programa nuclear forma parte de un proyecto religioso de largo alcance, no solo de una estrategia militar.
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