Ejercicios militares armenio-iraníes: ¿Un mensaje a Azerbaiyán y sus aliados?

El reciente desarrollo de maniobras militares Ejercicios militares armenio-iraníes marcaron un hito en las relaciones bilaterales de estos países, generando ondas expansivas en el complejo panorama geopolítico regional. Realizados los días 9 y 10 de abril en la sensible zona fronteriza de Norduz-Agarak (región armenia de Syunik), estos ejercicios fueron presentados oficialmente como entrenamientos antiterroristas, pero su trasfondo político revela mensajes estratégicos de mayor alcance.

La elección del escenario -la región de Syunik- no es casual. Esta franja territorial armenia se ha convertido en el centro de una disputa geopolítica desde que Azerbaiyán comenzó a insistir en su proyecto del llamado «Corredor Zangezur». La retórica de Bakú, que alterna entre exigencias diplomáticas y amenazas veladas, ha creado un clima de permanente tensión.

Irán, por su parte, ha dejado claro en múltiples ocasiones que considera cualquier cambio en el statu quo fronterizo como una línea roja. Las declaraciones del comandante iraní Valiollah Madani durante los ejercicios, enfatizando que se desarrollaban bajo el lema «Paz», parecen contener una paradoja calculada: la paz se defiende mostrando capacidad militar.

Lo significativo de estos ejercicios no radica tanto en su escala -limitada- como en su simbolismo. Cuando Armenia e Irán deciden realizar por primera vez maniobras conjuntas en esta zona crítica, están escribiendo un capítulo nuevo en su relación bilateral.

El analista político Hakob Badalyan acierta al señalar que el mensaje trasciende a Azerbaiyán. En realidad, se dirige a todos aquellos actores que podrían estar tentados de ver en el Cáucaso Sur un tablero para redefiniciones territoriales. La coordinación militar, aunque incipiente, sirve de recordatorio: existen líneas que no se pueden cruzar sin consecuencias.

Las reacciones -o mejor dicho, la falta de ellas- a estos ejercicios resultan igualmente reveladoras. El mutismo calculado de Bakú contrasta con su habitual retórica beligerante. Turquía, normalmente vocal en su apoyo a Azerbaiyán, ha preferido no comentar. Rusia, por su parte, observa con visible incomodidad cómo Armenia busca diversificar sus alianzas de seguridad.

Occidente parece por ahora mantener una posición ambivalente. La UE, con su misión de observación en la frontera armenio-azerí, sigue de cerca estos desarrollos, consciente de que podrían alterar los frágiles equilibrios regionales.

Para Armenia, estos ejercicios representan un movimiento delicado. Por un lado, busca demostrar que no está sola frente a las presiones de Azerbaiyán. Por otro, debe evitar la percepción de que está reemplazando completamente su alianza tradicional con Rusia por un acercamiento a Irán.

Teherán, mientras tanto, juega sus propias cartas. Su interés en mantener el actual mapa fronterizo no es solo cuestión de principios, sino de pragmatismo estratégico. Un corredor controlado por Azerbaiyán y Turquía acercaría demasiado a sus rivales regionales a fronteras iraníes.

Estas maniobras probablemente sean solo el primer paso en una relación de seguridad que podría profundizarse. La pregunta clave es cómo reaccionarán los demás actores regionales. Azerbaiyán podría verse tentado a acelerar sus planes en Syunik antes de que la coordinación armenio-iraní se consolide. Rusia podría intentar recuperar influencia en Ereván mediante presiones o promesas. Turquía, por su parte, podría verse forzada a recalcular su estrategia caucásica.

Lo cierto es que el Cáucaso Sur sigue siendo ese espacio donde las grandes potencias prueban sus límites. Los ejercicios en Syunik son un recordatorio más de que, en esta región, hasta los movimientos aparentemente menores pueden alterar ecuaciones geopolíticas cuidadosamente equilibradas. La partida acaba de entrar en una nueva fase.