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En defensa de 2018. Por Vardan Harutyunyan

2018 no fue un error. Fue dignidad.

Pasó bastante tiempo y siguen criticando el movimiento de 2018. Intentan desacreditarlo relacionando las pérdidas actuales con ese movimiento y lo presentan como su consecuencia. Intentan hacer que se olvide que fue algo lógico, razonable y que no podía no haber sucedido de otra manera.

Nuestra gente siempre se levantó por la dignidad. Siempre salió a la plaza y expresó su opinión. No le importaba cuál sería el resultado de la siguiente protesta: si terminaría con éxito o sería aplastada bajo los golpes de los policías. Lo importante era afirmar su derecho, recordar que existimos, que no estamos de acuerdo, y que, si surge la oportunidad, volveremos a salir a la calle.

Cuando una persona llega al gobierno mediante fraude electoral y se mantiene en el poder durante dos mandatos; cuando asume el gobierno el 1 de marzo mediante tiroteos y derramamdo sangre, llenando las cárceles de presos políticos, comerciando con oligarcas con Occidente, dispersando protestas pacíficas con cañones de agua y a los palos; cuando una persona legaliza el soborno electoral, fortaleciendo el sistema oligárquico-criminal y se apoya en él para mandar; cuando cambia la constitución y declara que, independientemente de nuestra voluntad y deseo, continuará gobernando el país y se quedará tanto tiempo como quiera; cuando eso pasa, era imposible que no sucediera lo de mayo de 2018. Tenía que suceder. Tenía que ser rechazado.

Fue nuestro movimiento. Fue la rebelión de miles de jóvenes que habían llenado la plaza con su presencia y creían que todo iba a estar bien. Estaban seguros de que no se debía permitir que una sola persona o un pequeño grupo de personas gobernara nuestro destino en contra de nuestra voluntad durante años y declarara que, a pesar de nosotros, continuaría gobernando.

Mayo de 2018 fue una rebelión de todo el pueblo, que era comprensible no solo en nuestro país, sino también fuera de él. Era comprensible para todos y aceptable.

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Resultó que eran magos comunes y corrientes que necesitaban tomar el poder. No se presentaban como nuestros partidarios, ni para hacer realidad nuestras aspiraciones y programas, sino a nuestra costa, para acceder a los palacios del poder.

Cuando hoy ocurre otro desastre, cuando se registran retrocesos y derrotas que ya se están convirtiendo en algo cotidiano dentro y fuera del país, el bando de los rechazados grita con entusiasmo: «Miren lo que hicieron los que estuvieron en mayo de 2018». Consideran la triste situación de hoy como su justificación. Como si dijeran: si no nos hubieran rechazado, si hubiéramos continuado presentes, esto no habría sucedido.

Puede que no hubiera sucedido así, no es un problema. Pero lo que queríamos tampoco habría sucedido. Y queríamos que las elecciones en nuestro país no estuvieran amañadas, que nuestro destino no lo decidieran las millonarios locales y los oligarcas progubernamentales, que prevaleciera el estado de derecho en nuestro país.

Ninguno de los que se manifestaron entre abril y mayo de 2018 es responsable por la situación actual. Excepto, claro, aquellos que, utilizando astutamente nuestro movimiento, abusaron de nuestra confianza llegando al poder, pero no dieron un solo paso para implementar nuestros programas. Fueron indiferentes a nuestras aspiraciones, ignoraron nuestros programas, se convirtieron en extraños y lo arruinaron todo.

Los principales responsables del desastre actual son ellos, no el justo levantamiento que había madurado y no pudo haber sucedido, ni quienes, con sus 20 años de actividad, maduraron ese levantamiento y hoy no sonríen.

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