¿Aceptarán los ciudadanos de Armenia la estrategia de la Cuarta República? ¿Vale la pena someter este concepto a referéndum?
La pregunta formulada por el congreso del Partido Contrato Civil es extremadamente profunda, y para imaginar la gravedad de la situación, al menos habría que considerar las contradicciones en las publicaciones en redes sociales.
Quienes ayer acusaron al Contrato Civil de “matar la Tercera República”, hoy admiten que esta “nació el 21 de septiembre de 1991”. Esto constituye un registro de un hecho histórico, jurídico y político.
Además, se afirma con razón que la Tercera República no tuvo Artsaj, porque el referéndum de independencia no se celebró allí.
En consecuencia, si es cierto y justo que la base ideológica y política de la Tercera República fue la «demanda de Artsaj» y la «restauración de la justicia histórica», entonces, por paradójico que suene, debemos admitir que existió solo un año y un mes incompleto, desde el 23 de agosto de 1990 -día de la adopción de la Declaración de Independencia- hasta el 21 de septiembre de 1991, cuando se resumieron y publicaron los resultados del referéndum de independencia, sin Artsaj.

Se pueden escribir notas sentimentales, dedicar poemas patéticos a la Declaración de Independencia o a la trinidad Armenia-Artsaj-Diáspora, pero nada cambiará en términos legales y políticos.
La Tercera República «murió» en 1991, el 21 de septiembre, cuando Artsaj, que formaba parte de ella según la Declaración de Independencia, no participó en el referéndum de independencia y dejó de ser un territorio o, quizás, un sujeto de la jurisdicción de un estado nacional unificado.
Registrar la realidad es una necesidad. Es difícil “modelar” la Cuarta República, pero es posible llegar a un acuerdo en que esta tarea y responsabilidad es demasiado pesada para recaer sobre una sola fuerza política.
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