Comencemos con las lecciones aprendidas de las actividades del gobierno tras la restauración de la independencia en 1991. Para los más perseverantes, este trabajo de autoanálisis puede comenzar con los orígenes de la formación de la identidad armenia. Pero dado que el debate sobre el sello de calidad requiere la presencia y la combinación de todas las circunstancias, debemos hacerlo en la etapa actual para evaluar las acciones, los métodos y los fracasos de la creación de Armenia, que ha recibido fuertes golpes de la historia y tiene una geografía desfavorable. En otras palabras, realizar una auditoría general para avanzar con la cara abierta y sin muletas.
Es necesario demostrar un comportamiento excepcionalmente ejemplar en la administración pública, así como en la gestión de los asuntos relacionados con la diáspora. Un estado pequeño como Armenia no puede tolerar un alto nivel de corrupción, que constituye un verdadero mal y solo beneficia a quienes buscan destruirlo. La corrupción no se limita a la apropiación indebida de recursos y el blanqueo de capitales, sino también al blanqueo de conocimiento, la distorsión de competencias y la ceguera política. Las mejoras en este sentido son bienvenidas. Este riesgo de envenenamiento de la identidad es tan visible en Ereván como en las grandes comunidades de la diáspora, que a menudo son sociables y caprichosas, y en ocasiones irresponsables en sus acciones y mensajes.
Soñar con la unidad entre Armenia y la diáspora no conducirá a nada si esta visión inclusiva se transforma en una ideología de exclusión. Si las soluciones preconcebidas para la creación del Estado presuponen la consolidación de las capacidades de todos en condiciones pacíficas y armoniosas, cualquier coerción ideológica puede fragmentarlas y convertirlas en una pesadilla. Y, a la inversa, soñar con construir la República de Armenia sobre la base del poder blando transnacional, que cristalizará las capacidades de todos, solo entonces los programas de reconstrucción estatal promoverán la inclusión del conocimiento de todos en la causa común.
Construir nuestra casa común implica, ante todo, tener una alta capacidad de gobernanza, acorde con los desafíos que enfrentamos. Para ello, es necesario la primacía de la soberanía. Sin soberanía, no hay sello de calidad, y viceversa, sin sello de calidad, no hay soberanía. Establecer un objetivo diferente en lugar de un Estado soberano con las fronteras actuales reconocidas por el derecho internacional conducirá a los armenios al caos, el sufrimiento y la desolación. Y, a la inversa, soñar con una República de Armenia moderna, próspera, inteligente, integrada, educada y democrática es posible si dirigimos todos nuestros pensamientos y energías a construir una Armenia poderosa del futuro y, como ideal, la alcanzamos, en lugar de quedarnos en el pasado.

Si queremos rendir homenaje a los mártires de todos nuestros tiempos, la única solución es construir el Estado armenio sobre los cimientos adecuados, y no quemando banderas ni gritando consignas anticuadas. Si queremos recordar con dignidad a las víctimas del genocidio y otras tragedias que azotaron a nuestro pueblo, la mejor solución es construir un Estado armenio donde su memoria perdure, donde sus almas se eleven por encima de los complejos educativos, sanitarios, tecnológicos y militares de alta calidad.
La educación desempeña un papel fundamental para el sello de calidad armenio. La educación es un ámbito fundamental que conforma la base de conocimientos de cada individuo, los valores comunes y el compromiso con los intereses comunes. Para obtener este sello de calidad, es necesario valorar el trabajo colaborativo de profesor y alumno, de profesor y estudiante. Este sello de calidad es, al mismo tiempo, un medio para el progreso y para compartir las mejores prácticas del mundo. La creación de un instituto de ciencias políticas, así como de instituciones educativas de alta calidad en administración, ingeniería y agricultura, son prioridades actuales. Esto es muy urgente si queremos cambiar el curso de los acontecimientos y recuperar el tiempo perdido para 2035.
Robert Aydabiryan es una figura y analista franco-armenio. Es defensor y cabildero de los asuntos armenios en círculos políticos franceses y europeos.
Este artículo se publicó originalmente en Armenews.com.
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