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Mientras Turquía y Azerbaiyán construyen mitos, Armenia construye rutas

El “Corredor de Zangezur” es un mito, no existe.

Trump media en un pacto histórico entre Armenia y Azerbaiyán en Washington, cerrando 35 años de conflicto y abriendo rutas económicas.

Cada vez que Turquía y Azerbaiyán mencionan el término «Corredor de Zangezur», le atribuyen un significado casi sagrado para el mundo turco. Para Ankara y Bakú, no se trata de una simple infraestructura, sino de una pieza clave en un mito panturco, una narrativa diseñada para enfatizar su supuesta «misión histórica» en la región. El presidente Aliyev, al repetir esta expresión como un mantra, parece querer transmitir un mensaje de indispensabilidad: «Sin nosotros, nada funcionará». Erdogan, por su parte, conecta audazmente esta narrativa con la «visión de Atatürk», presentando un mítico «Zangezur» como el eslabón perdido para la consolidación del «gran mundo turco».

Pero he aquí la paradoja fundamental: si les preguntas dónde empieza y termina exactamente este Corredor de Zangezur, no obtendrás una respuesta precisa ni coordenadas específicas en el mapa. La razón es simple: no es un proyecto de ingeniería, sino un símbolo político. Es un eslogan geopolítico, no un plan de construcción. Intentar obligarlos a que dejen de usar este término es, por lo tanto, una batalla infructuosa y una pérdida de tiempo. Esta retórica no fue creada para el debate internacional, sino para el consumo interno y para proyectar una sensación de «importancia» y destino manifiesto a su propia audiencia.

Frente a esta guerra de narrativas, Armenia tiene ante sí una opción más poderosa que la réplica verbal. Puede responder no con palabras, sino con hechos. En lugar de enredarse en argumentos estériles, puede desplegar estrategia. Y en lugar de contraponer eslóganes, puede pavimentar las rutas reales del futuro.

armenia rutas
Mientras Turquía y Azerbaiyán alimentan el mito del “Zangezur”, Armenia impulsa rutas reales como el Corredor Norte-Sur y Crossroads of Peace.

La verdadera respuesta al mito del «corredor» no está en la negación, sino en la construcción. Mientras unos fantasean con corredores exclusivos y unilaterales del pasado, Armenia está tendiendo los caminos de la cooperación y la conectividad del mañana. Proyectos como «Norte-Sur», un corredor multimodal que une a Irán, India, Georgia y la Unión Europea a través de Armenia, convierten al país en un eje logístico crucial. Iniciativas como la «Trump Road», más allá de su nombre, se erigen como un símbolo de la cooperación estratégica con Estados Unidos y de la modernización de la infraestructura nacional. Y la visión del «Cruce de Caminos de Armenia» posiciona al país no como un territorio de paso forzoso, sino como un nodo voluntario y vital que conecta a Europa, Asia y Oriente Medio.

Esta es la disyuntiva real: de un lado, mitos sobre corredores cerrados que evocan divisiones históricas; del otro, rutas abiertas que construyen un futuro de convergencia. Armenia está demostrando que, en el siglo XXI, la verdadera influencia no reside en controlar un único paso, sino en ser el punto donde múltiples intereses de Oriente y Occidente encuentran un terreno común. En este nuevo mapa, la palabra «encrucijada» resuena con mucha más fuerza y promesa que la obsoleta y excluyente palabra «corredor».

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