Ilham Aliyev busca atraer a Donald Trump con una propuesta de inversión minera en la mineral de Meghri-Ordubad, lo que llevaría adelante un saqueo a los minerales de Armenia
La invitación de Aliyev a Trump para explorar la explotación de los metales raros de la capa mineral Meghri-Ordubades una jugada estratégica que podría reconfigurar el panorama geopolítico del Cáucaso. ¿Logrará Trump morder el anzuelo y ver en este proyecto una oportunidad de negocio rentable y estratégica?
El gobierno de Ilham Aliyev asegura que el gasoducto Igdir-Najicheván resolverá la demanda energética de la región. Sin embargo, según el medio oficialista Report.az, el verdadero objetivo es alimentar proyectos mineros en Najicheván vinculados a la capa mineral de Meghri-Ordubad, un yacimiento de metales raros ubicado en Armenia. “Necesitamos energía adicional para impulsar la industria metalúrgica”, declaró un funcionario anónimo azerí, omitiendo mencionar que los recursos están en suelo armenio.
Este no es un detalle menor. Meghri, en el sur de Armenia, es una zona fronteriza con Irán y clave para el corredor de Zangezur, una ruta que Azerbaiyán exige para conectar con Najicheván. La retórica de Bakú sobre “unidad territorial” encubre un interés económico: controlar recursos críticos para la tecnología y la defensa.
Donald Trump no es ajeno a Azerbaiyán. En 2014, su empresa construyó un rascacielos en Bakú financiado por la familia Mammadov, vinculada al régimen de Aliyev y a los servicios secretos rusos. Ahora, medios azeríes sugieren que Trump podría respaldar la explotación de metales raros en Meghri-Ordubad. “Hay interés de círculos empresariales estadounidenses”, afirma un artículo de Caliber.az, sin especificar cómo se sortearía la soberanía armenia.
El exmandatario, en campaña para las elecciones de 2024, ha priorizado acuerdos con aliados no tradicionales. Un acuerdo con Azerbaiyán le permitiría presentarse como “garante del acceso a recursos estratégicos”, pero a un costo altísimo: avalar la ocupación de territorios armenios.
Según un informe del Servicio Geológico de Armenia, la capa mineral de Meghri-Ordubad contiene tierras raras como lantano y neodimio, esenciales para baterías de vehículos eléctricos y misiles. Azerbaiyán, sin embargo, alega que el yacimiento es una “extensión geológica” de Najicheván, un argumento sin base en el derecho internacional.
Armenia ha denunciado la estrategia. “Es un intento de saquear nuestros recursos con cómplices externos”, declaró el ministro de Energía, Armen Grigoryan, en una entrevista con CivilNet. Mientras, Rusia, supuesta aliada de Ereván, guarda silencio. Analistas como Thomas de Waal advierten que Moscú podría permitir el avance azerí a cambio de mantener influencia en la región.
La comunidad internacional mira hacia otro lado. Turquía, socio clave de Azerbaiyán, ya controla el gasoducto TANAP, que atraviesa el Cáucaso. La UE, dependiente de metales para su transición verde, evita confrontar a Bakú. Hasta Irán, tradicional defensor de Armenia, negocia con Azerbaiyán proyectos energéticos.
Si Trump se suma al juego, el conflicto escalará. En 2017, filtraciones revelaron que su yerno, Jared Kushner, mantuvo reuniones secretas con lobbistas azeríes. Hoy, con la sombra de una nueva guerra, la pregunta es clara: ¿Valdrán los metales raros más que la estabilidad del Cáucaso?
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