En una ceremonia simbólica celebrada en una cueva de las montañas del Kurdistán iraquí, treinta militantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), entre ellos cuatro comandantes, quemaron sus armas en señal de desarme y rendición y como primer paso hacia la transición del grupo desde la lucha armada hacia la política democrática.
La escena, presenciada por periodistas y legisladores kurdos del partido DEM, marcó el inicio visible de un proceso anunciado en mayo, cuando el PKK declaró oficialmente su disolución y un alto el fuego unilateral. El movimiento, fundado en 1978 por Abdullah Öcalan, ha sido considerado una organización terrorista por Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea. Su lucha dejó más de 40.000 muertos en cuatro décadas de conflicto.
El inicio del desarme del PKK abre interrogantes sobre el futuro de la cuestión kurda y el juego geopolítico de Ankara
“Creo en el poder de la política y la paz social, no en las armas”, afirmó Öcalan en un mensaje de video difundido días antes de la ceremonia. Desde su celda en la isla-prisión de İmralı, donde cumple cadena perpetua desde 1999, el líder kurdo insistió en que el proceso de desarme será implementado “rápidamente”.
Erdogan celebra… sin concesiones
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, reconoció la importancia del paso dado por el PKK, pero dejó claro que no habrá concesiones políticas. “El proceso ganará velocidad cuando la organización terrorista empiece a cumplir su decisión de abandonar las armas”, afirmó, sin mencionar en ningún momento la posibilidad de legalizar la identidad kurda o liberar a Öcalan.
“Los 86 millones de habitantes de Turquía son hermanos: sean turcos, kurdos o árabes”, declaró Erdogan, reafirmando su retórica de unidad nacional sin reconocimiento étnico explícito.
La negativa a abrir un canal político para los kurdos se entiende también como un mensaje interno. Erdogan aprovechó su discurso para defender el patriotismo de su socio ultranacionalista, Devlet Bahçeli, líder del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), y reforzar la “inquebrantable alianza” con su propio partido, el AKP. Esta línea endurecida deja entrever que el gobierno no cederá espacio al DEM ni a los sectores que piden una solución política al conflicto kurdo.

¿Qué busca Turquía con este gesto?
Si bien el gesto del PKK es significativo, el gobierno turco lo presenta como una victoria militar, no como un resultado de diálogo político. Erdogan incluso estimó el costo humano y económico de la insurgencia: más de 10.000 soldados muertos, 50.000 víctimas civiles y pérdidas por dos billones de dólares.
Desde Ankara, la estrategia parece doble: mostrar al mundo una Turquía pacificada y en control de su territorio, pero también dejar claro que la reconciliación con los kurdos será bajo sus propios términos. El presidente advirtió a los actores internacionales que “no intenten utilizar el factor kurdo” para presionar a Turquía, en lo que parece una clara alusión a Estados Unidos y Europa.
El trasfondo político interno
La jugada kurda se produce en un contexto de turbulencia política en Turquía. Erdogan ha descartado elecciones anticipadas y, según la Constitución vigente, no puede presentarse a un nuevo mandato en 2028. Para hacerlo, necesita un referéndum constitucional o presentar pronto a un “heredero” que garantice la continuidad del régimen. En este tablero, una pacificación controlada del conflicto kurdo puede ser útil para reconfigurar la agenda nacional y presentarse como arquitecto de una “nueva era” de unidad nacional.
Por su parte, el Consejo de Organizaciones Kurdas, apoyado por el DEM, condicionó el éxito del desarme a dos exigencias fundamentales: la liberación de Öcalan y la legalización de la identidad kurda en la vida pública. Erdogan rechazó ambas, dejando claro que cualquier transición post-PKK no implicará una transformación estructural del Estado-nación turco.
¿Y Armenia en la nueva Turquía?
El giro kurdo también se produce en un momento en que Turquía reconfigura sus alianzas regionales, incluida la normalización con Armenia. Ankara parece decidida a construir su “segundo siglo” como un actor regional estable y fuerte. La neutralización del conflicto kurdo le permitiría reducir su exposición interna, concentrarse en su política exterior y acercarse a Occidente sin tensiones abiertas por los derechos kurdos.
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