La economía de Azerbaiyán está hiperconcentrada en su capital. Según el Instituto de Investigación de Bakú, el 76 % del PIB nacional se genera solo en Bakú, mientras el resto del país queda marginado del crecimiento. Esta desproporción, sin precedentes entre sus vecinos, alimenta la desigualdad y perpetúa desequilibrios estructurales.
En 2023, Bakú produjo 94.500 millones de manats, lo que representa el 77% del producto bruto del país. En contraste, la República Autónoma de Najicheván generó apenas 1.400 millones, o el 1,1%. No se conocen datos oficiales del resto de las regiones. Pero estimaciones indirectas calculan que las doce zonas restantes aportan solo entre 1 y 2% cada una.
Una capital que eclipsa al resto del país
Según los investigadores, la región de Absheron-Khizi es la segunda en importancia económica, con solo el 5% del PIB. La diferencia entre Bakú y esta región es de 15 a 1. En comparación, en Armenia, Ereván concentra el 62,1% del PIB, mientras que en Georgia Tiflis alcanza el 52,7%. En Turquía, Estambul representa el 30,4%, y en Kazajistán, Almaty el 21,8%.
El informe señala que “la desigualdad territorial en la distribución del ingreso es un síntoma de desequilibrio socioeconómico profundo”. Aunque el gobierno puede aplicar subsidios o transferencias, las raíces del problema permanecen intactas.
Una brecha abismal en el PIB per cápita
La diferencia de ingresos por habitante también marca el mapa. En Bakú, el PIB per cápita alcanzó los 23.600 dólares. En la región de Lankaran-Astara no llega a los 1.500 dólares. Es una brecha de más de 15 veces. Para comparar: en Kazajistán la diferencia es de 6 veces; en Armenia, 4,2; en Georgia, 2,6; y en Turquía, 4,3.

Esta desigualdad revela que el modelo económico azerbaiyano beneficia a una minoría urbana, dejando a millones fuera de los beneficios del crecimiento. Además, genera problemas estructurales como la migración interna forzada, la sobrecarga de servicios urbanos y el estancamiento rural.
Un centralismo sin control ni contrapeso
El modelo de desarrollo centrado en Bakú reproduce una dependencia extrema del capital político, económico y social. Además de frenar el desarrollo regional, consolida una élite hiperconectada con el poder central. Esto refuerza una arquitectura autoritaria, donde las regiones no cuentan con poder real ni autonomía económica.
Los expertos alertan que la ausencia de estadísticas públicas sobre la mayoría de las regiones azerbaiyanas también forma parte del problema. “Lo que no se mide, no se gestiona”, advierte el informe.
Una bomba de tiempo social
La sobreconcentración económica de Azerbaiyán puede generar a largo plazo inestabilidad social y territorial. Mientras Bakú avanza con megaproyectos y recursos energéticos, el resto del país apenas sobrevive. En palabras del propio Instituto de Investigación de Bakú: “Ninguna redistribución fiscal puede compensar una estructura económica tan asimétrica”.
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