El primer ministro de Georgia, Irakli Kobakhidze, acusó este sábado a diplomáticos extranjer y representantes de estructuras internacionales de haber apoyado las recientes protestas en Tbilisi, que según él buscaban “derrocar el sistema constitucional del país”.
Durante una conferencia de prensa en la sede del partido gobernante “Sueño Georgiano”, Kobakhidze afirmó que “personas específicas, incluidos diplomáticos, expresaron abiertamente su apoyo a acciones cuyo propósito declarado era derrocar el sistema constitucional”, según informó 1TV Georgia.
El primer ministro subrayó que, pese a su implicación, “hoy estas personas prefieren guardar silencio, a pesar de la responsabilidad que tienen por sus declaraciones previas”.
Kobakhidze apunta al embajador de la Unión Europea
En una declaración más directa, Kobakhidze señaló al embajador de la Unión Europea en Georgia, Pavel Gerchinsky, como uno de los responsables políticos detrás de los disturbios.
“Algunas personas del extranjero expresaron apoyo directo para un intento de derrocar al sistema constitucional, incluido el representante de la Unión Europea. En este contexto, el embajador Gerchinsky tuvo un papel especial”, declaró el primer ministro, citado por el medio local Pul Nº3.
El líder del gobierno pidió al diplomático europeo que “muestre buena voluntad y condene decididamente todo lo que sucede en las calles de Tbilisi”.
“Este es su deber directo, especialmente cuando escuchamos declaraciones que respaldan intentos de derrocar el orden constitucional”, añadió Kobakhidze.

Tbilisi en tensión tras las elecciones locales
Las acusaciones surgen en medio de fuertes protestas tras los comicios locales, en los que el partido Sueño Georgiano se declaró vencedor en todas las ciudades y municipios. Según TASS, las fuerzas policiales usaron gases lacrimógenos y cañones de agua para dispersar a los manifestantes frente a la residencia presidencial.
Fuentes como Apsny.ge reportaron decenas de detenciones y choques con la policía, mientras el gobierno calificó los disturbios como “un intento de golpe de Estado promovido desde el exterior”.
La participación electoral fue apenas del 33%, lo que refleja el bajo nivel de confianza ciudadana en las instituciones. Pese a la victoria oficialista, Georgia sigue atrapada entre la polarización interna y la presión internacional.
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