El lago Urmia, considerado el lago salado más grande de Asia, se secó totalmente en septiembre de 2025, transformándose en un desierto de sal. Situado en el noroeste de Irán, este ecosistema con más de 4.000 años de historia llegó a cubrir 8.200 km² en la década de 1980. Hoy, las imágenes satelitales solo muestran pequeños charcos aislados.
De lago milenario a desierto de sal
Durante años, los ecologistas advirtieron que Urmia enfrentaba un deterioro sin precedentes. “El secado del lago Urmia es un desastre ecológico que se pudo evitar”, denuncian medios de oposición en Teherán. Según reportes locales, en Irán existen más de un millón de pozos ilegales que han vaciado los acuíferos y agravado la crisis hídrica.
El impacto más fuerte llega desde la agricultura: este sector utiliza el 88% de los recursos de agua dulce del país, pero apenas aporta el 10% del PIB. Como resultado, el consumo nacional excede en 43.000 millones de metros cúbicos anuales la capacidad de recuperación natural.

Teherán, al borde del colapso hídrico
En julio, el presidente iraní Massoud Pezeshkian reconoció la gravedad de la crisis. “Teherán no tiene más agua”, declaró, advirtiendo que las autoridades incluso evalúan trasladar la capital. La ciudad, con unos 15 millones de habitantes, vive una emergencia sin precedentes.
Consecuencias irreversibles en el noroeste iraní
El secado del lago Urmia ya genera tormentas de sal que arruinan los suelos y destruyen los cultivos. Los expertos alertan que, de continuar la tendencia, las zonas agrícolas aledañas podrían volverse improductivas en pocos años, empujando a miles de familias al desplazamiento forzado.
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