Recientemente, Bakú anunció el supuesto descubrimiento de una 25ª fosa común en los territorios ocupados de Nagorno-Karabaj, generando controversia en torno a la veracidad de esta afirmación. Según Eldar Samedov, jefe adjunto del grupo de trabajo de la comisión estatal sobre prisioneros de guerra, desaparecidos y rehenes, se encontraron restos en un cementerio durante excavaciones.
Samedov declaró que en abril se hallaron dos entierros, uno ubicado en el cruce de las carreteras Shusha-Khankendi y Shusha-Lachin, donde se recuperaron los restos de al menos cinco personas. Además, se reportó otro hallazgo en la carretera Askeran-Khojaly, el cual supuestamente contiene los restos de al menos siete personas desaparecidas.

Dudas sobre la Veracidad
Un análisis de los materiales fotográficos y audiovisuales publicados en relación con estos descubrimientos plantea serias dudas sobre la veracidad de las afirmaciones. Una de las imágenes presentadas indica que las excavaciones se llevan a cabo cerca de un cementerio destruido en el pueblo de Karin Tak, confirmando visualmente la ubicación a través de referencias geográficas.
Este descubrimiento se sitúa en áreas pobladas donde los cementerios son elementos importantes y delicados en el contexto de la memoria colectiva de comunidades afectadas por el conflicto. La falta de claridad sobre la ubicación exacta y las circunstancias de estas excavaciones alimenta escepticismos sobre las afirmaciones oficiales.

Contexto y Reacciones
En general, los reportes sobre fosas comunes y desaparecidos en áreas de conflicto deben manejarse con cuidado, ya que pueden influir en la percepción pública y las relaciones internacionales. La proliferación de información no verificada puede llevar a un aumento de tensiones entre las comunidades y dificultar el diálogo constructivo.
Del mismo modo, es crítico que cualquier descubrimiento de este tipo sea investigado de manera transparente y respaldado por evidencias verificables para asegurar que se maneje con la seriedad que merece.
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