El planeta está perdiendo agua dulce a un ritmo alarmante desde hace más de dos décadas. Según datos del Centro de Hidrometeorología y Monitoreo de Armenia y observaciones satelitales globales, las pérdidas registradas desde 2002 son “sin precedentes”. Los factores principales son el cambio climático, las sequías prolongadas y el uso irracional de las aguas subterráneas.
Un nuevo estudio publicado en Science Advances advierte sobre la formación de al menos cuatro regiones mega-áridas en el hemisferio norte. Las zonas áridas crecen cada año, ocupando una superficie que duplica la extensión de California. Esto provoca alteraciones severas en los patrones hidrológicos establecidos y complica la gestión sostenible de los recursos hídricos.
Una crisis global que ya afecta al 75% del planeta
Según la ONU, el 75% de la población mundial vive en 101 países donde se sufre una crisis de agua dulce desde hace al menos 22 años. Y la situación empeorará. La población mundial crecerá durante los próximos 50 a 60 años, mientras la disponibilidad de agua potable caerá drásticamente.
“El punto de inflexión se alcanzó entre 2014 y 2015, durante un fenómeno mega El Niño, cuando comenzaron a intensificarse los eventos climáticos extremos”, señala el estudio. Desde entonces, aumentó el uso de acuíferos y se aceleró la pérdida de humedad del suelo.
Europa, Canadá y Rusia entre las regiones más afectadas
La desecación de los continentes ya supera el ritmo del derretimiento de los glaciares. En Europa, las sequías extremas se han vuelto más frecuentes. En el hemisferio norte, regiones como Canadá y Rusia enfrentan una aceleración en el derretimiento de nieve y del permafrost. Esto agrava aún más la pérdida de agua y acelera la liberación de gases de efecto invernadero.
Paradójicamente, el estudio revela que solo los trópicos han mantenido un aumento de la humedad desde 2002. Un hecho que ni siquiera los modelos climáticos del IPCC habían previsto.

Una advertencia que ya no se puede ignorar
La comunidad científica advierte que la crisis del agua dulce ya no es una amenaza futura, sino una realidad que afecta directamente a la seguridad alimentaria, energética y geopolítica global. Las soluciones pasan por una gestión responsable del agua, el uso de tecnologías sostenibles y una cooperación internacional real.
Comments