En un nuevo episodio de tensiones entre el régimen autoritario de Ilham Aliyev y la comunidad religiosa chií de Azerbaiyán, las fuerzas policiales intentaron disolver violentamente una procesión de luto chií en la noche de Tasua, en el pueblo de Nardaran, a las afueras de Bakú. Según denunciaron activistas y observadores iraníes, la represión incluyó golpizas, detenciones masivas y restricciones al ingreso de mezquitas.
El incidente ocurrió alrededor de la 01:30 de la madrugada del 6 de julio, durante las conmemoraciones del martirio del Imam Hussein ibn Ali, nieto del profeta Mahoma, figura central del chiismo, cuya muerte se recuerda durante el mes de Muharram, y especialmente en los días de Tasua y Ashura.
“Golpearon a la activista Seide Shehla, grabaron a los participantes y retiraron banderas religiosas con la leyenda ‘Yo soy Hussein’, argumentando que no correspondían al Estado azerbaiyano. También impusieron restricciones a las mezquitas”, denunció el analista iraní Ehsan Movachedian en redes sociales.
Según el mismo experto, los templos Ziirat Shah Rahim-Khanum y Husseinia de Nardaran amanecieron cerrados, impidiendo el ingreso de fieles a los edificios. Solo se les permitió permanecer en los patios exteriores. Las fuerzas policiales detuvieron entre 15 y 20 personas, quienes fueron trasladadas a dependencias oficiales para su interrogatorio.

Una ofensiva política contra la identidad chií
El incidente no es aislado. Forma parte de un patrón de persecución sistemática contra la identidad religiosa chií en Azerbaiyán, país donde, a pesar de que la mayoría de la población se identifica como chií, el régimen de Aliyev aplica un modelo de laicismo autoritario con fuerte control de las expresiones religiosas no oficialistas.
Nardaran, en particular, ha sido históricamente un bastión de resistencia religiosa y social. En 2015, una violenta operación policial dejó varios muertos y decenas de detenidos, acusados de “terrorismo” por su militancia religiosa. Desde entonces, el pueblo vive bajo estricta vigilancia del Estado.
En palabras de Movachedian, “los chiíes azerbaiyanos son testarudos, y este nivel de presión solo acorta la vida del brutal régimen de Aliyev”, una afirmación que refleja el creciente malestar regional, sobre todo en Irán, que observa con preocupación el trato de Bakú hacia los rituales chiíes.
Una estrategia para desmarcarse de Irán
El régimen azerbaiyano ha buscado en los últimos años reducir la influencia iraní en su población chií, promoviendo una versión oficialista del islam y criminalizando actividades religiosas independientes. Según varios analistas, esto forma parte de una estrategia geopolítica para reforzar los lazos con Turquía e Israel, países con los que Bakú mantiene cooperación militar y tecnológica creciente.
Sin embargo, la represión religiosa puede convertirse en un factor de desestabilización interna. Según observadores, la represión de este año ha sido más visible y torpe, coincidiendo con una creciente presión social y política contra el régimen de Aliyev, tanto por el deterioro de las libertades internas como por el conflicto diplomático abierto con Rusia.
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