La corrupción en Azerbaiyán no solo es sistémica: es selectiva. Según el informe semestral de 2025 de la Cámara de Cuentas, se detectaron violaciones financieras por 65 millones de manats (38,3 millones de dólares). Solo 17,8 millones fueron reconocidos como daño directo al presupuesto estatal. Sin embargo, las autoridades no han señalado a los responsables.
La opacidad no sorprende. Desde hace años, los informes de auditoría revelan el mismo patrón: contratos adjudicados sin licitación, gastos inflados, compras de regalos y viajes internacionales con fondos públicos. A pesar de los hallazgos, el gobierno azerbaiyano raramente procesa a funcionarios de alto rango. “Las irregularidades fueron encontradas en varios organismos estatales”, admite el documento, pero no los nombra.
Corrupción oficial y nombres intocables
El informe anual de 2024 mostró que el 57% de las compras públicas se realizaron sin concursos. Se identificaron irregularidades por casi 575 millones de manats, de los cuales 113 millones dañaron directamente al erario. Aun así, el Ministerio Público solo abrió investigaciones limitadas. Algunas involucraron a instituciones como el Hospital de Ganja, el Ministerio de Juventud y Deporte y la Universidad Estatal de Najicheván.
El caso más emblemático fue el de la Academia Nacional de Ciencias de Azerbaiyán, donde se investiga malversación masiva. Pero ni un solo ministro fue destituido. “En la práctica, los mecanismos anticorrupción existen solo para perseguir a quienes perdieron poder”, explica un analista local.
Justicia selectiva, condenas recortadas
Desde 2020, la Policía Secreta de Azerbaiyán arrestó a exjefes de administraciones distritales por sobornos y abuso de poder. Sin embargo, la mayoría recibió penas reducidas o libertad anticipada. Vilyam Hajiyev, de Imishli, fue sentenciado a 12 años y luego beneficiado con una rebaja. Otros como Mahir Guliyev (Bilasuvar) o Alimpasha Mammadov (Shamkir) corrieron la misma suerte. El mensaje es claro: si caés en desgracia, te procesan; si seguís leal al poder, nada pasa.
Los Aliyev, blindados por el sistema
Las investigaciones globales exponen cómo la familia presidencial del Clan Aliyev usó estructuras offshore para ocultar propiedades millonarias. Los Papeles de Panamá, Papeles del Paraíso y Papeles de Pandora revelaron que las hijas de Ilham Aliyev controlaban sectores estratégicos como telecomunicaciones. En Londres, el hijo del presidente figuraba como dueño de edificios valorados en decenas de millones, cuando tenía solo once años.
El Azerbaijan Laundromat, un esquema de lavado por 2.900 millones de dólares descubierto en 2017 por OCCRP, también benefició al entorno presidencial. El dinero sirvió para comprar propiedades de lujo en Europa y sobornar a legisladores como Luca Volontè en Italia o Eduard Lintner en Alemania.
Represión a medios y desmantelamiento de la sociedad civil
Mientras la élite se enriquece impune, el gobierno persigue a periodistas y activistas. Desde 2023, medios como AbzasMedia y Meydan TV fueron desmantelados. Sus directores y reporteros fueron condenados hasta a 9 años por cargos falsos de contrabando y evasión fiscal. “No se presentó una sola prueba creíble”, denunció Amnistía Internacional.
La sociedad civil también fue neutralizada. En 2017 cerró Transparencia Azerbaiyán, el socio local de Transparency International. Las restricciones a las ONGs y la falta de registro de donaciones extranjeras asfixiaron toda vigilancia ciudadana.

Corrupción sin castigo, justicia sin poder
En 2024, Azerbaiyán obtuvo solo 22 puntos sobre 100 en el Índice de Percepción de la Corrupción, ubicándose en el puesto 154 de 180 países. Para Transparency International, el país tiene mecanismos para combatir la corrupción, pero carece de voluntad política. El presidente Ilham Aliyev insiste en que la lucha contra la corrupción es una prioridad. Pero en su régimen, la ley castiga al pequeño funcionario y protege a quienes concentran el poder.
“El combate a la corrupción en Azerbaiyán es pura fachada”, concluye el periodista Hafiz Babaly, hoy encarcelado por denunciar a la elite. Sin prensa libre ni justicia independiente, la corrupción no es un escándalo: es el sistema.
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