Turquía y Azerbaiyán niegan que se hayan utilizado mercenarios sirios en la reciente ofensiva en Nagorno-Karabaj, pero cuatro sirios reportados por la BBC que después de alistarse para tareas de centinela en Azerbaiyán, fueron inesperadamente puestos a combatir en la línea del frente.

Fue en agosto de este año cuando los rumores comenzaron a circular en las áreas controladas por los rebeldes en el norte de Siria: había trabajo bien pagado en el extranjero.
«Tenía un amigo que me dijo que hay un muy buen trabajo que puedes hacer, simplemente estar en los puestos de control militares en Azerbaiyán», dijo un hombre a Ed Butler de la BBC.
“Nos dijeron que nuestra misión sería servir como centinelas en la frontera, como fuerzas de paz. ¡Estaban ofreciendo US$2,000 al mes! Para nosotros era una fortuna”, dijo otro, a quien llamaré Qutaiba.
Ambos solicitaron el puesto a través de facciones rebeldes respaldadas por Turquía que componen lo que se conoce como el Ejército Nacional Sirio, una fuerza en el norte de Siria que se opone al presidente Bashar al-Assad.
En un área donde pocos ganan más de US$1 al día, el salario prometido parecía un regalo del cielo. Se estima que entre 1.500 y 2.000 hombres se inscribieron y viajaron a Azerbaiyán, a través de Turquía, en aviones de transporte militar turco.
Pero el trabajo no fue lo que parecía. Los hombres, muchos de ellos sin experiencia militar, estaban siendo reclutados para la guerra, como pronto descubrieron cuando los llevaron al frente y les ordenaron luchar.
“No esperaba sobrevivir”, dice Qutaiba. “Parecía un 1% de posibilidades. La muerte estaba a nuestro alrededor».

Todos los hombres dicen que recibieron poco equipo de protección o apoyo médico. Muchos de sus compañeros combatientes parecen haber muerto desangrados por heridas que los médicos del campo de batalla podrían haber tratado fácilmente.
Según la BBC, de vuelta en Siria, dos de los mercenarios están intentando dejar atrás la experiencia.
“Me siento culpable por convertirme en mercenario. Me siento avergonzado”, dice Samir, a pesar de que se negó a pelear después de solo tres días en la línea del frente.
“Cuando la gente me pregunta, ‘¿Viajé?’ Yo digo que no, aunque saben que fui. Me siento muy pequeño ante sus ojos … Cuando llegué le dije que no a la guerra. Me opuse a lo que estaba pasando. Pero estoy avergonzado porque confié en los mercenarios. Por eso siento vergüenza».
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