El conflicto diplomático entre Rusia y Azerbaiyán se ha intensificado tras la violenta redada policial del 27 de junio en Ekaterimburgo, donde murieron dos ciudadanos azerbaiyanos y más de 50 fueron arrestados, acusados de formar parte de una organización criminal étnica, desataron una tormenta política que ahora pone en el centro del fuego cruzado a las diásporas de ambos lados y de Armenia.
La diáspora azerbaiyana en Rusia, compuesta por más de 2 millones de personas, enfrenta el mayor deterioro en su estatus desde la disolución de la URSS. La brutalidad de la operación y las acusaciones de abusos, incluidos torturas, humillaciones y coerción para enlistarse en la guerra en Ucrania, han desatado una campaña de repudio por parte de Bakú. La respuesta no tardó: el Ministerio de Cultura azerbaiyano canceló todos los eventos culturales relacionados con Rusia, y se suspendió la Comisión Interparlamentaria bilateral.
La tensión entre Rusia y Azerbaiyán tras la operación en Ekaterimburgo expone a las comunidades migrantes y erosiona los vínculos bilaterales
“¿Está Rusia probando si Azerbaiyán acepta el rol de vasallo?”, se preguntó el líder opositor azerbaiyano Ali Karimli, quien calificó la operación como una provocación del Kremlin para reafirmar su poder imperial.
En este contexto, las comunidades azerbaiyanas en Rusia se encuentran atrapadas entre la presión de las autoridades locales y el uso político que Bakú hace de su sufrimiento. “La diáspora está pagando los platos rotos de los conflictos geopolíticos”, señala un comunicado emitido por la propia comunidad en Moscú, que critica con dureza tanto a la campaña rusófoba de Bakú como a la indiferencia del Kremlin ante la creciente hostilidad.
Propuesta de disolución de las diásporas y criminalización del pluralismo étnico
El discurso ha llegado a niveles alarmantes. Serguéi Mirónov, presidente del partido oficialista “Rusia Justa – Por la Verdad”, pidió abiertamente prohibir las diásporas nacionales en Rusia, a las que acusó de actuar como “herramientas de injerencia extranjera” al servicio de la OTAN. En declaraciones a la agencia EADaily, Mirónov sostuvo que “la autonomía cultural se ha convertido en un disfraz respetable para redes criminales y operaciones de inteligencia foráneas”.
Este nuevo nacionalismo ruso pone en riesgo no solo a los azerbaiyanos, sino también a la diáspora rusa en Azerbaiyán, que hasta ahora había gozado de cierta estabilidad. Con el cierre de la Casa Rusa en Bakú, las restricciones al medio estatal Sputnik y la creciente hostilidad en medios azerbaiyanos, los rusos residentes en Azerbaiyán también comienzan a ver amenazada su posición. El periodista Elkhan Shahinoglu incluso advirtió que el conflicto podría ser “el preludio de un gran juego geopolítico”, en el que la presencia rusa en el país petrolero sea puesta en entredicho.

Implicancias para Armenia: entre las tensiones de sus vecinos y las presiones de Occidente
En el corazón del Cáucaso Sur, Armenia observa con cautela. Si bien el gobierno de Nikol Pashinyan ha optado por acercarse estratégicamente a la Unión Europea, el debilitamiento de la relación entre Moscú y Bakú podría abrir un nuevo espacio de influencia en la región. No obstante, las diásporas armenias también podrían verse afectadas, especialmente en ciudades rusas como Moscú, Sochi y Krasnodar, donde coexisten con comunidades azerbaiyanas. Un estallido étnico o la radicalización del discurso anti-diáspora podría derivar en una ola de xenofobia generalizada que no distinga origen.
Además, el uso de las diásporas como armas geopolíticas plantea interrogantes delicados para Ereván. El reciente apoyo de Bruselas a Armenia, expresado por la alta representante de la UE, Kaya Kallas, incluye financiación para “medios independientes” y combate a la desinformación, elementos que podrían ser vistos por Moscú como parte del mismo patrón de «injerencia occidental» que denuncia en Bakú.
¿Hacia una ruptura definitiva o una redistribución de poder?
La pregunta que se impone es si esta crisis derivará en una ruptura irreversible entre Rusia y Azerbaiyán o si simplemente marca un nuevo equilibrio en el que Bakú se aleje de Moscú para acercarse a Ankara, Bruselas o incluso Washington. Como advierte el analista Gultekin Hajibeyli, “Aliyev tiene dos opciones: ceder ante Putin y preservar su régimen, o democratizar el país para abrir una vía hacia Occidente”.
En cualquiera de los escenarios, las diásporas seguirán siendo las primeras afectadas. Ya no solo como comunidades migrantes, sino como símbolos de un orden post-soviético en descomposición.
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