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La doble cara diplomática de China: armas para sus aliados de Rusia, Irán y Pakistán, silencio con Armenia

China alimenta guerras ajenas mientras mantiene una postura “neutral” en el Cáucaso

China afirma actuar bajo una política de «no injerencia», pero su estrategia militar y diplomática indica todo lo contrario. Mientras niega abiertamente cualquier participación en conflictos armados, Pekín suministra armamento y tecnología militar a países como Rusia, Irán y Pakistán, según denuncias recientes reproducidas por CivilNet y Asia Times. Todo esto sucede mientras Armenia, uno de los pocos países que aún intenta equilibrarse entre Oriente y Occidente, observa cómo un “aliado” silencioso fortalece a sus enemigos regionales.

Entre las sombras de Ucrania y Artsaj

En el contexto de la guerra en Ucrania, China ha intensificado su cooperación con Rusia, facilitando exportaciones de productos de doble uso —con aplicación civil y militar— e incluso imágenes satelitales utilizadas en el campo de batalla. Aunque Pekín lo niega oficialmente, el propio ministro de Exteriores chino habría dicho que “no pueden permitir que Rusia pierda”, según filtraciones citadas por diplomáticos europeos. La estrategia es clara: mantener a EE.UU. ocupado en Europa del Este para distraerlo del Pacífico.

Pero este juego geopolítico tiene efectos colaterales. En el Cáucaso Sur, donde Armenia enfrenta una creciente presión militar y diplomática de Azerbaiyán —respaldado tanto por Turquía como por Israel—, la ambigüedad china se transforma en complicidad. China no ha condenado la limpieza étnica en Artsaj, ni ha emitido declaraciones contundentes tras la expulsión de los armenios del territorio. El silencio diplomático es más que elocuente.

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Aunque China afirma mantener la neutralidad, fortalece militarmente a Rusia, Irán y Pakistán mientras ignora la situación en Armenia

China, Irán y el juego de la negación plausible

Durante la reciente escalada bélica entre Israel e Irán, informes de inteligencia apuntan a que China habría proporcionado baterías antiaéreas a Teherán a cambio de petróleo, justo después de que sus defensas fuesen debilitadas por bombardeos israelíes. Pekín lo niega todo, pero como explican los analistas, la táctica de la “negación plausible” se ha convertido en una herramienta central de la política exterior china.

En Armenia, esta actitud genera preocupación. Irán, si bien mantiene una relación compleja pero estable con Ereván, también ha sido históricamente un actor impredecible en el Cáucaso. El refuerzo militar de Teherán por parte de China podría generar un nuevo desbalance en la región, afectando indirectamente a la seguridad de Armenia.

Pakistán, el socio estratégico que recibe cazas J-10C

El caso de Pakistán es aún más claro. Durante un reciente enfrentamiento con India, Islamabad utilizó jets chinos J-10C y misiles aire-aire suministrados por Pekín, marcando un cambio en el equilibrio regional. Más del 80% del armamento importado por Pakistán en los últimos cinco años proviene de China, según Asia Times. A esto se suman denuncias sobre inteligencia en tiempo real proporcionada por satélites chinos contra las fuerzas indias.

Armenia en el tablero, pero sin fichas

Armenia ha intentado acercarse a China mediante relaciones diplomáticas estables, acuerdos económicos y presencia en foros multilaterales. Sin embargo, frente a la maquinaria geoestratégica de Pekín, el país parece tener poco peso. China ni siquiera ha condenado las acciones militares de Azerbaiyán contra Armenia, ni ha mostrado interés en participar activamente en mecanismos de resolución de conflictos en la región.

Esta falta de apoyo contrasta con la generosidad de China hacia países que abiertamente alimentan la inseguridad en el Cáucaso. Como señalan los analistas, Pekín busca maximizar su influencia con el menor compromiso posible, incluso si eso implica reforzar a regímenes autoritarios o alimentar conflictos armados que lo beneficien indirectamente.

¿Neutralidad estratégica o cinismo global?

La estrategia china parece estar diseñada para posicionarse como potencia global sin asumir responsabilidades morales. Su política de “neutralidad” en realidad es una táctica para evitar sanciones, al tiempo que fortalece regímenes alineados con su visión multipolar del mundo. Rusia, Irán y Pakistán reciben armamento, asistencia tecnológica y respaldo político encubierto. Armenia, en cambio, recibe silencio.

Este doble estándar deja en claro que, para Pekín, la estabilidad del Cáucaso y la seguridad de Armenia no forman parte de sus prioridades geopolíticas.

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