Durante siglos, Anahid fue la figura femenina más sagrada e influyente de Armenia. Diosa de la fertilidad, la cosecha, la curación, la sabiduría, la belleza y el amor, su presencia era omnipresente tanto en la vida espiritual como en lo cotidiano. Hoy, su memoria ha sido relegada a un puñado de estatuillas de arcilla vendidas como souvenirs. Pero detrás de ese objeto decorativo, se esconde una de las historias más profundas de la identidad armenia.
La sagrada protectora del hogar y de la sal
En la Armenia pagana, cada hogar tenía su propia Anahit, una estatuilla de arcilla, madera o cuero colocada en el centro de la casa. Estas figuras no solo representaban a la diosa: cumplían una función esencial. Eran recipientes de sal, considerada una sustancia sagrada. El vientre de la diosa almacenaba la sal, protegiéndola de la humedad y otorgándole una bendición simbólica.
“El consumo de sal del vientre de la diosa aseguraba la fecundidad de la familia y la abundancia de la cosecha”, señala una publicación del Smithsonian Center.
La figura solía ser grande, fija, y a menudo simbolizaba las tres etapas de la vida femenina: virgen, mujer embarazada y madre. A pesar de su evolución estética con el tiempo, siempre conservó su símbolo triangular, representación de la feminidad.

Del altar doméstico al olvido: el impacto del cristianismo
Cuando Armenia adoptó el cristianismo como religión oficial en el año 301 d.C., Anahit dejó de ser adorada oficialmente. Junto a su esposo y creador, Aramazd, fue relegada al olvido. Pero el pueblo no quiso abandonar sus antiguos símbolos. Entonces, Anahit pasó a la clandestinidad, oculta bajo otras formas.
“Se disfrazó de los animales con los que estaba asociada: pájaros, ovejas, mulas, y criaturas míticas”, explica la investigadora Roubina.
Esto explica por qué en la tradición alfarera armenia persisten formas de recipientes con forma de aves. La diosa vivía en esos pequeños objetos, resistiendo al paso del tiempo bajo nuevas apariencias.
De diosa a bruja y anciana: la mutación en la Edad Media
Con el avance del cristianismo, Anahid se transformó en el imaginario popular. Según Roubina, durante la Edad Media se le cantaban canciones para mantener su memoria viva. En algunas, era una bruja que raptaba mujeres jóvenes. En otras, una anciana doliente por la pérdida de su cosecha y su ganado. Se hablaba incluso de que padecía 366 dolores diferentes, cifra que simboliza un lamento colectivo profundo.
“Muchos creen que esos cantos eran una forma de llorar la pérdida de su diosa favorita y pedir su regreso”, sostiene Roubina.
Sin embargo, Anahid nunca volvió. Su figura fue envejeciendo hasta desvanecerse en la conciencia colectiva.

Una presencia residual en la Armenia actual
Hoy, pocos armenios saben quién fue Anahit, aunque probablemente hayan visto su figura sin rostro y de vientre hinchado en las tiendas de recuerdos. Pequeñas estatuillas de arcilla con forma femenina, utilizadas como saleros, son todo lo que queda de una de las deidades más importantes del mundo armenio antiguo.
Mientras la sociedad actual avanza, la historia de Anahid espera ser redescubierta. No solo como una reliquia, sino como parte de la identidad espiritual, artística y simbólica de un pueblo que alguna vez la colocó en el centro mismo de su hogar.
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