Cada 20 de julio, el Día Internacional del Ajedrez se celebra en todo el mundo. Pero en Armenia, esta fecha no se limita a una efeméride más del calendario: es un símbolo cultural profundamente arraigado. Aquí, el “juego de los sabios” ha trascendido los tableros y se ha instalado en las plazas, en las aulas, en los sellos postales y en el alma de varias generaciones.
Desde los manuscritos medievales hasta las reformas educativas del siglo XXI, el ajedrez en Armenia es mucho más que un deporte: es una expresión viva de identidad nacional, prestigio educativo y orgullo internacional.
Un legado que se remonta al siglo IX
La conexión de Armenia con el ajedrez tiene raíces antiguas. Los orientalistas Joseph Orbeli y Camilla Trever, en su obra “Shatrang” publicada en 1936, documentaron referencias al juego en manuscritos armenios del siglo IX, durante el periodo de dominio árabe. Medio siglo después, en 1967, la arqueología confirmó esos registros: figuras de piedra utilizadas en partidas fueron desenterradas en la ciudadela de Dvin, la antigua capital medieval.
Este hallazgo no solo aportó pruebas materiales, sino que también consolidó la narrativa de que Armenia ha sido cuna de ajedrecistas desde tiempos inmemoriales.

De la URSS a los podios mundiales
Durante la era soviética, el ajedrez adquirió forma institucional. En 1927 se creó la Federación de Ajedrez de Armenia, y en 1934 se celebró el primer campeonato nacional. El ganador fue Heinrich Kasparyan, pionero de la composición ajedrecística y figura emblemática del ajedrez creativo en el bloque socialista.
Pero el verdadero punto de inflexión fue la coronación del noveno campeón mundial, Tigran Petrosyan, en 1963. Petrosyan no solo defendió su título en 1966, sino que se convirtió en un ícono nacional, al punto de que su nombre fue adoptado por la Casa del Ajedrez de Ereván, el centro neurálgico del ajedrez en Armenia.
Su estilo posicional, paciente e impenetrable, influyó en generaciones de entrenadores, jugadores y académicos, consolidando una escuela de pensamiento propia.
La revolución educativa del tablero
Después del colapso de la URSS, Armenia no perdió terreno en el mundo ajedrecístico. Al contrario, su equipo masculino ganó tres veces la Olimpiada Mundial de Ajedrez (2006, 2008 y 2012) bajo el liderazgo de Levon Aronian, uno de los grandes talentos contemporáneos. En 2011, el equipo también obtuvo el oro en el Campeonato Mundial de Equipos.
En paralelo, el país dio un paso sin precedentes: desde el ciclo lectivo 2011-2012, el ajedrez fue incluido como asignatura obligatoria para todos los alumnos de segundo a cuarto grado. El impulsor de esta reforma fue el Gran Maestro Smbat Lputian, fundador de la Academia Armenia de Ajedrez. Esta iniciativa convirtió a Armenia en el primer país del mundo en institucionalizar el ajedrez a nivel escolar.
Hoy, con más de 1.200 docentes capacitados y 55 sucursales en todo el país, el ajedrez escolar no es una curiosidad, sino un instrumento pedagógico integral que potencia la lógica, la paciencia y la toma de decisiones.
Figuras que moldearon una tradición
Desde Henry Kasparyan, pionero en la composición de estudios, hasta Rafael Vaganian y Vladimir Akopian, Armenia ha dado al mundo ajedrecistas de élite. En la era moderna, Levon Aronian ha alcanzado el segundo puesto del ranking mundial, superando los 2830 puntos ELO. En el ajedrez femenino, Elina Danielyan ha marcado hitos, al consagrarse campeona europea en 2021 con una actuación dominante.
Gabriel Sargsyan, pieza clave en las victorias por equipos, y el propio Lputian como ideólogo del ajedrez educativo, completan una constelación de talentos que sigue alimentando la cultura del tablero en Armenia.

Un símbolo nacional con peso mundial
Hoy, Armenia cuenta con 24 Grandes Maestros activos y cuatro entre las mujeres. Por millón de habitantes, es uno de los países con más jugadores titulados del mundo. El ajedrez está presente en monumentos, sellos, revistas y murales callejeros. Desde 1972 se publica la revista especializada “Ajedrez en Armenia”, y la marca Petrosyan se ha convertido en sinónimo de excelencia ajedrecística.
El ajedrez, en Armenia, no es un pasatiempo: es un vector de autoestima nacional, una herramienta educativa de largo plazo y una forma de proyección internacional. En un país pequeño, sin recursos naturales estratégicos y en una región marcada por tensiones geopolíticas, el ajedrez representa una forma de resistencia, de continuidad y de orgullo.
En el Día Internacional del Ajedrez, Armenia no celebra un simple juego. Celebra su historia, su carácter y su apuesta por el conocimiento como capital humano.
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